El agro mexicano paga por el fertilizante precios muy elevados, y lo complejo es que se trata de un importante insumo para la producción. Un motivo es que el país perdió la capacidad de producir amoniaco para la elaboración de varios tipos de fertilizante, por lo que ha tenido que recurrir a importaciones.
En 1996, la oferta nacional de nutrientes agrícolas era de cuatro millones de toneladas, pero para 2000-2007, ya eran solo 1.4 millones. Dos décadas después, las importaciones de los fertilizantes crecieron 33 por ciento, según datos del INEGI, y 58 por ciento de la demanda total nacional de 4.5 millones proviene de China, Estados Unidos, Rusia, India, entre otros. Pasamos de ser productor y exportador a importador.
Durante la gestión de Emilio Lozoya, en Pemex, la situación se agravó por una ineficiente planeación de compra a las empresas extranjeras, gastos de transportación y malas condiciones de los muelles de recepción del fertilizante. Luego vino la compra por parte del gobierno de las plantas chatarra Agro Nitrogenados y Grupo Fertinal donde gastó dos mil millones de dólares sin lograr mejorar la operación y hacerla rentable.
Ahora la intención del gobierno de la 4T es lograr la autosuficiencia alimentaria y para lograr este objetivo México necesita producir fertilizantes. Las opciones son seguir importando 100 por ciento de los fertilizantes con los sobreprecios que implican y que sigan ganando unos pocos.
En segundo lugar, transitar al uso de otros fertilizantes como los orgánicos y remplazar los agroquímicos, lo cual es incosteable para los agricultores más pobres del sur del país.
Y la última alternativa es incentivar la participación de privados en la producción de fertilizantes en territorio mexicano, como el proyecto en el puerto de Topolobampo, Sinaloa, opción que evitaría los sobrecostos derivados de la importación y aseguraría el abasto del insumo. (El Heraldo de México, Milén Mérida).