Tlaxcala, Tlaxcala.- Un hedor emana del río Atoyac-Zahuapan, ennegrecido y en ocasiones teñido de azul o rojo, convertido desde hace casi 50 años en depósito de residuos municipales, biológicos e industriales altamente tóxicos, causantes de cáncer, insuficiencia renal, así como de otras enfermedades y de estragos a la flora y la fauna.
El cauce, que se inicia en el municipio de Ixtacuixtla y corre entre Tlaxcala y Puebla flanqueado entre montones de basura, es una fuente de muerte, afirman pobladores y activistas durante la caravana Por un Atoyac-Zahuapan con Vida: toxitour de seguimiento a una recomendación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
El 21 de marzo del año pasado la CNDH dirigió la recomendación 10/2017 a los gobiernos federal, de Puebla y de los municipios de Texmelucan y Huejotzingo, así como de Tlaxcala y los ayuntamientos de Ixtacuixtla, Tepetitla y Nativitas para que detuvieran el ecocidio.
Nos están matando, sostienen los afectados. A la fecha, agregaron, no hay avance alguno para detener el deterioro, que se ha agravado en los 20 años recientes por la recepción de más de 81 mil 700 toneladas de contaminantes, según un muestreo realizado por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en 2005, el cual reveló muy altas concentraciones de sustancias tóxicas y coliformes fecales.
Antes de 1960 este cauce era la columna vertebral de las comunidades del sur de Tlaxcala, pero la contaminación rompió el tejido social y vulneró el derecho humano a un ambiente sano, a la salud y a la información, expone el investigador y activista Octavio Rosas Landa.
En 1969 se asentó en San Martín Texmelucan el Complejo Petroquímico Independencia, cuyos procesos destruyeron el medio ambiente y las actividades agrícolas. El río pasa por varios poblados de Ixtacuixtla. Hay una estación de monitoreo de la Conagua que no funciona.
Rumbo a Zanja Real, segunda parada del toxitour, donde se ubica la descarga municipal de Tepetitla, el plumaje blanco de un pato contrasta con la tonalidad chocolate del agua que corre por el canal. A la izquierda yacen los restos de lo que fue un manantial cristalino. Ahora está seco.
Frente a este paraje hay campos de hortalizas irrigados con el agua del río. Los agricultores rehúsan abandonarlos pese a los bajos precios que les pagan en las centrales de abasto de Puebla y la Ciudad de México, pues cargan con el descrédito de la contaminación.
Aquí las habas tienen plomo, asegura Isabel Cano. En esta cuneta veníamos a lavar y bebíamos agua con las manos; era tan limpia… Había peces, acociles, ranas, víboras. Aquí nos bañaban. Había vida, pero vean hacia allá: todo es muerte. Por eso lucho, afirma esta mujer que ha atestiguado el deterioro de la cuenta desde la década de 1970.
Octavio Rosas concluye: A un año de la recomendación no ha habido avance. Es un agravio adicional a la población, porque todas las autoridades señaladas admitieron que se comete una violación a los derechos humanos. Los gobiernos federal, estatales y municipales están cometiendo crímenes de lesa humanidad porque reinciden y no hacen absolutamente nada. (La Jornada)